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  • Uno de los mejores restaurantes en los que comimos durante el viaje. Cercano al hotel, en el nº 66 de Gulou Street, sobre la cristalera de la entrada se lee Bainianmin Zufengwei. Estupendo pato, pollo picante, dumpligs y arroz por tan sólo 100 yuanes.

Dónde estuvimos

Kaifeng

Nos alojamos en Kaifeng Tian Zhong Hotel, en el corazón del mercado nocturno, abarrotado de puestos de pinchos. Nos animamos a probarlos la primera noche, pero una sobredosis de paprika no es apta para todos los paladares.

A la mañana siguiente, optamos por eludir la estación y nos dirigimos a una oficina de billetes de ferrocarril, próximo al CITS para comprar los billetes a Shanghai. 5 yuanes de comisión por billete compensan evitarnos las habituales colas de horarios discontinuos. De ahí, paseamos por las inmediaciones del Lago Baogong hasta el templo del Primer Ministro para ver la estatua de Guanyin de 4 caras y mil brazos con un ojo en cada uno. Interesante. Los otros dos templos que visitamos estaban en proceso de restauración. Al de Guanyin llegamos cuando ya estaban cerrando, pero la sorpresa fue encontrarnos en un patio próximo una serie de figuras del templo apiladas y a medio embalar. Por otra parte, el templo taoísta de Yanquing también está en obras pero es posible advertir sobre los andamios su coqueta arquitectura. Un anciano monje de lo más fotogénico nos regaló unas palabras escritas en nuestro cuaderno con una hermosa caligrafía.

El Pabellón del Dragón, otra de las atracciones del lugar, está rodeado de hermosos jardines como el de Longting, pero en sí mismo nos dejó indiferentes. En su interior han colocado una serie de maniquíes representando una escena de la dinastía Song. Lo más destacable son las vistas de la ciudad, y de un parque de “atracciones” contiguo, con montaña artificial y cascada incluidas.

Disfrutamos visitando la Pagoda de Hierro, que no lo es, lo cual no desmerece su belleza. Es la más bonita de las que hemos visto con un montón de detalles en su decoración exterior: pequeños budas, animales, etc. Se puede subir por su interior a través de una estrecha y mal iluminada escalera de caracol. Esta visita la recordaremos especialmente porque desde la entrada al parque nos acompañó un señor mayor que nos hizo amablemente de guía. Sabía un poco de inglés y se esforzó en ilustrarnos sobre la historia de este edificio. Antes de marcharnos nos hicimos una foto con él.

También merece la pena desplazarse hasta la Pagoda de Po, próxima a la estación de tren, a las afueras de la muralla. Tiene tres plantas anchas y un añadido más estrecho. Curioso. Se puede subir hasta una habitación tallada de pequeños budas desde la que otear las inmediaciones.

Los días que pasamos en Kaifeng fueron los más lluviosos, por lo que tuvimos que recurrir en ocasiones a los taxis para movernos por la ciudad, e incluso nos arriesgamos a subir en varios motocarros, tapizados de manera llamativa con coloridos hules.

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