El Viaje a China
Decidir el destino del verano no es tarea fácil, pero cuando se concluye arrancan los motores de los preliminares. Y los de este año se dilataron de febrero a finales de julio.
La razón de tanta anticipación iba aparejada con la posibilidad de viajar a China con un ajustado presupuesto. A cinco meses vista, el precio de los billetes de avión suponía una tentadora llamada desde otro continente. A partir de ahí, comprando la ida a Beijing y la vuelta desde Shanghai todo era un enorme espacio desconocido en donde había que trazar un itinerario.
Primer paso, búsqueda de guías, vaya volúmenes caray... China es enorme y hay que aprender a distinguir las regiones de que se compone y las vías de transporte que las hacen accesibles, puesto que no es posible alquilar un vehículo para movernos por libre (afortunadamente añadiría después de ver cómo conducen los chinos).
Segundo paso, búsqueda de información en la red, tanto a través de páginas oficiales del gobierno chino, como de las páginas de viajeros que nos precedieron. Se multiplican los datos y los deseos de explorar los cuatro puntos cardinales del país. Cada uno ofrece un aliciente, pero en un mes de estancia no es posible abarcar tales distancias a no ser a través de vuelos internos. Y optamos por el ferrocarril, así que a recortar kilómetros.
Tercer y último paso: viajar a Madrid para tramitar el visado (primer contacto con la comunidad China) y pasarnos por la oficina de turismo chino, donde nos proporcionaron algunas guías de viaje (algo trasnochadas pero con datos curiosos) y mapas de algunas ciudades (con las direcciones en inglés). Afortunadamente en la librería De Viaje tuvimos la precaución de adquirir el mapa de Beijing en chino y en inglés lo que facilitó nuestro primer contacto con el país.
La aventura que a continuación presentamos dio comienzo un 30 de Julio y finalizó el 27 de Agosto. No descartamos volver el próximo año.
Tsài-chièn!